
por Fernando Somoza Especial para NA (*)
La sociología destaca en su marco teórico que “el proyecto comunitario se erige como herramienta clave para cambiar la realidad social de algunos colectivos que presentan situaciones problemáticas o de vulnerabilidad”.
Su condición de comunitario hace referencia al concepto de comunidad, es decir, a un grupo de personas que comparten intereses y preferencias.
Ante ese escenario, convendría preguntarnos en qué momento dejamos de tener aspiraciones colectivas para -como Nación- sumergirnos en el individualismo más peligroso, que nos está llevando hacia un abismo difícil de dimensionar en cuanto su impacto, pero que indudablemente que seguirá siendo muy duro.
Entonces, si un proyecto comunitario se define como la iniciativa dirigida y coordinada correctamente por un grupo de personas de una comunidad específica que comparten intereses, objetivos o necesidades; al observar los intereses particulares de los partidos políticos y sus representantes, entendemos que nunca podrá concretarse eso, debido al egoísmo que encarnan los gobernantes y la dirigencia.
No resulta una exageración y por eso todavía es más preocupante, admitir que el liderazgo político lo buscan para cobijarse en las bondades de un Estado que da privilegios a sus dirigentes.
Y mientras algunos como el caso del presidente Javier Milei, llegaron al poder con la intención de combatir esos viejos vicios, en poco tiempo de adaptó a ellos y comenzó a beber también de sus “pecaminosas” mieles.
Pero no puede recaer todo el peso sobre el nuevo integrante de la casta política, a pesar de que le fue fácil engañar a sus confiados electores.
Una mirada atenta a las peleas internas por los trozos de poder atomizados, deja al descubierto el punto de desesperación en el que se desenvuelven interesadamente para sí, quienes justamente, debieran estar construyendo un proyecto colectivo de intervención social, con el propósito principal de mejorar la calidad de vida y el bienestar social de estas comunidades, al mismo tiempo que fomentara la participación activa de los miembros de estos colectivos y ofreciera soluciones a sus problemas y situaciones de vulnerabilidad.
Las listas de candidatos porteños, las peleas extravagantes dentro del peronismo bonaerense, las roscas del radicalismo y el PRO en Santa Fe y Córdoba; son sólo la punta del iceberg de las alianzas compuestas por individuos que en su mayoría ponen su interés en no perder el poder que tienen o capturar el que desean, para beneficiarse a sí mismos, a sus familiares, a sus amistades o a quienes ofrezcan el mejor resarcimiento a cambio de prebendas de dudosa legalidad.
En medio del “tira y afloja”, el ciudadano (que al fin y al cabo tiene el poder de decisión)mira perplejo el panorama, mientras al mismo tiempo es manipulado por los medios comunicacionales, las redes sociales y la antipolítica enquistada en una sociedad que, mientras más adormecida aparezca, será mucho mejor.
Entonces, la abulia del electorado resulta el “caldo” ideal para que el individualismo crezca y se reproduzca, para terminar socavando el espíritu de quienes sueñan con el proyecto que cohesione aunque luego los invada la pesadilla del desmembramiento social y sus dolorosas consecuencias.