
por Daniel Molina
El ejemplo concreto más reciente de una guerra discursiva en torno a un tema social importante fue la cifra de la pobreza en el segundo semestre del actual gobierno; dato estadístico que el INDEC dio a conocer esta semana.
La pobreza es un mal muy complejo de captar. Por eso hay distintos índices y estos muestran aspectos diferentes de la situación de precariedad social. El índice de pobreza más popular es el que difunde el INDEC cada semestre. Este índice mide la pobreza en función de los ingresos monetarios. Según este criterio es pobre aquella familia cuyos ingresos no alcanzan para sobrevivir en condiciones básicas.
Este índice puede ser engañoso porque esta forma de medir la pobreza crece mucho y muy rápidamente cuando aumenta mucho la inflación. Fue lo que pasó con el dato anterior (difundido hace seis meses) que mostró que durante el primer semestre del gobierno de Milei el índice de pobreza había crecido más de 11 puntos porcentuales, mostrando que cinco millones de personas que antes no se consideraban pobres de golpe pasaron a serlo. Ahora pareciera ocurrir lo contrario: también de golpe, en apenas 180 días, 10 millones de personas que eran pobres ya no lo son.
Ambas percepciones son esencialmente falsas. Esas fluctuaciones se deben a que hay millones de personas cuyos ingresos están muy cerca de la línea de pobreza pero tienen ingresos que son un poco mejores y entonces el registro no los capta como pobres. Sin embargo, apenas los precios de los productos se disparan (en especial la comida, que es el bien en el que más gastan sus ingresos los más pobres) el índice de pobreza registra rápidamente que mucha gente que no aparecía como pobre pasó a serlo. Y lo mismo ocurre al revés cuando la inflación baja rápidamente, que es lo que registra el índice que se dio a conocer esta semana sobre el segundo semestre del gobierno de Milei.
No es que de golpe 10 millones de personas pobres pasaron a tener consumos de clase media y una vida mucho mejor, sino que sus ingresos (muy pobres, con poca diferencia de los más pobres, pero un poco -muy poco- mejor) hacen que ya no sean medidos dentro de los pobres, aunque su vida material es casi igual a los meses anteriores. De hecho, el INDEC junto al índice de pobreza dio a conocer el índice de consumo que mostró que bajó considerablemente el consumo en ese mismo período, y uno de los rubros que más bajó fue el consumo de comida. No puede bajar realmente la pobreza y a la vez la gente consumir menos.
Una persona que no conozca cómo se mide la pobreza en el INDEC creería que la gente se volvió loca: de golpe fue "más rica" pero comió menos. No: lo que sucede es que al bajar la inflación muchos millones que son "casi" pobres dejaron de ser medidos como pobres, pero como el precio de los alimentos aumentó más que la inflación promedio esos "casi" pobres no tuvieron dinero para comprar lo suficiente y están comiendo menos. Es decir, realmente no dejaron de existir esos 10 millones de pobres de los que se ufana el gobierno.
Hay otro índice que mide la pobreza, que es menos difundido, pero que es más preciso: es el que mide lo que se llama "pobreza multidimensional" y muestra realmente las carencias básicas que tiene una persona aunque sus ingresos sean levemente un poco mejores que la línea que los divide de los pobres por ingresos.
Estas personas que sufren pobreza multidimensional no tienen acceso a los bienes básicos que se consideran imprescindibles para una vida mínimamente digna en una sociedad civilizada: no tienen agua potable, cloacas, comida suficiente ni acceso a educación ni a salud. Lo más terrible es que esta pobreza multidimensional viene creciendo sistemáticamente en cada medición desde 2017 cuando tuvo un piso de 26.7%. Ahora está en 41.6%. Es decir que realmente hay algo más de 4 argentinos de cada 10 que viven en una horrible situación de pobreza, sin malabares estadísticos de ningún tipo.
No olvidemos además que este índice creció respecto del último gobierno: Alberto Fernández dejó un índice muy alto de pobreza multidimensional (39.8%) y ahora está casi dos puntos por encima de eso, aunque el más popular índice de pobreza (ligado a la inflación) dé algo mejor y pareciera que bajó la pobreza.
Al contrario, la pobreza real y estructural creció constantemente en los últimos 7 años con tres gobiernos distintos. Vino para quedarse. En tanto no se asuma que la pobreza realmente está creciendo y que con la dádiva de los planes alimentarios (muy necesarios porque, además, realmente hay hambre) no se la soluciona. Ni siquiera se la frena.