
por Fernando Somoza Especial para NA (*)
Hace poco más de 25 años, el por entonces director de la Fundación Fiel, Daniel Artana, en una entrevista afirmaba a este periodista, que “los ministros del gobierno nacional” debían ser todos ellos “economistas”, para que finalmente el país funcionara como corresponde. Ante mi sorpresa, explicó que (ellos) eran los únicos capacitados para entender al Estado y con ello mejorar la calidad de vida de la gente.
Era finales del siglo XX y tanto Artana, como Ricardo López Murphy, Carlos Melconian, Eduardo Colombo y -al final del gobierno de Fernando de la Rúa- el mismísimo Domingo Cavallo, formaron parte de la gestión que terminó en la crisis del 2001 con muertes en las calles por la destrucción de la economía y un país desolado en lo social.
Más de dos décadas han pasado y quienes fueron artífices del fracaso siguen dando cátedra a través de una planilla de Excel, cuando el mundo y no sólo la Argentina, resulta cada vez más injusto.
Esta semana en un video que se viralizó, el diputado del Paraguay, Rubén Rubín, se refería al presidente Javier Milei, explicando que a pesar de la “buena planilla” que muestran nuestros vecinos de la economía, con una baja inflación, diminuto riesgo país y mínimo endeudamiento internacional;"los paraguayos no tienen salud, los paraguayos no tienen educación, los paraguayos no tienen seguridad”.
Añadiendo que “los paraguayos eligen vivir en Argentina con una súperinflación antes que vivir en Paraguay con una buena economía".
Entonces, parafraseando a Bill Clinton, puede que “no sea la economía, estúpido” y las explicaciones haya que buscarlas en otro lado.
El problema es que “el fenómeno barrial” de Milei, no sume errores y sigue por la senda que lo llevó el viernes a su “primera corrección” al terminar devaluando un 30%, lo cual comenzará a regir este lunes. Al mismo tiempo, fracasaba con el número inflacionario que escaló al 3,7% en marzo dejando absortos a los que celebraban eufóricos hace unos meses.
La vuelta al FMI en modo salvataje, no habla de una nueva etapa, sino una vieja consecuencia de enfrentar los permanentes problemas con las mismas fórmulas de saqueo, atentando contra el Estado de bienestar que justamente se alimenta con el aporte de las mayorías que no se “fuman” los créditos.
Entonces mientras se desmoronan las pymes, al mismo tiempo que crece el desempleo; se detonan las bases para el desarrollo productivo con el deterioro consecuente en energía y carreteras, desmembrando la logística que reclamarían inversores que -igualmente- tampoco asoman.
Nada se asemeja al relato que llega desde los sectores del poder, que miran la planilla de los dividendos y ocultan la foto de las miserias ciudadanas.
Nada cambió. La misma arrogancia, la misma negación, el mismo oscuro horizonte.