
por Fernando Somoza Especial para NA (*)
Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco un 13 de marzo de 2013, luego de 24 horas de cónclave y cinco rondas de votación. "Vinieron a buscar a un Papa al fin del Mundo", aseguró nuestro compatriota al asumir cómo la máxima autoridad de la siempre cuestionada iglesia católica.
Su primera encíclica, "Laudato Si" (Alabado seas, en latín) tuvo como referencia a la ecología (oykos=casa, en latín) y por ese motivo en la misma Francisco puso el foco sobre el problema del "cuidado de la casa común". En ese texto, el Papa hizo un llamado a replantear los riesgos ecológicos productos de la hiperproducción, el manejo sobre los recursos naturales y la relación con otras especies que, en mayor o menor medida, afectan a todos los habitantes de la Tierra, en contraposición a lo que hoy día siguen relativizando el presidente de los EE.UU. Donald Trump y su acólito Javier Milei.
Del mismo modo y a diferencia de los gobiernos de derecha y la propia iglesia, Francisco abrió las puertas a la diversidad sexual:"si una persona es homosexual y busca a Dios quién soy yo para juzgarla", fue una de sus frases y quien quiera explorar en esa línea puede buscar el documental "Amén: Francisco responde" donde conversó con diez jóvenes de diferentes edades, procedencias y con vidas y experiencias diversas, donde la sexualidad fue un punto de debate.
Tras su muerte se redescubre su tarea pastoral a favor de los que menos tienen, que inexplicablemente, son la gran mayoría del planeta.
Por eso más allá de los graves escándalos naturalizados por el Vaticano, referidos principalmente al blanqueo de dinero y abusos sexuales, Francisco no escapó de esas cuestiones y enfrentó a sus propios pares; pero también lo hizo respecto a la injusticia social en el marco de la economía global, motivo por el cual seguramente ya es materia de investigación conocer cuánto de peronismo tenía en su ADN.
En ese contexto es válido recordar que una de sus primeras intervenciones fue cuando viajó a la isla italiana de Lampedusa en el Mediterráneo, para encontrarse con aquellos que habían atravesado el Mediterráneo en barcazas, escapando del horror de la guerra, de la miseria y buscando mejores condiciones de vida.
Decenas de líderes mundiales se unieron este sábado a las más de 200.000 personas que despidieron al máximo representante de la iglesia católica dando muestras cabales, al menos de respeto, por un hombre que intentó en un escenario difícil acompañar su discurso con sus acciones.
En tanto para los argentinos, nos queda el sabor amargo de ser generadores de líderes de trascendencia internacional que han levantado las banderas de la justicia social y al mismo tiempo ser, nosotros, cada vez más pobres.
Contradicciones de esta aldea global en la que también milloneshan celebrado con aplausos multitudinarias presentaciones a lo largo y ancho del planeta de la famosísima “Don'tCryfor Me Argentina”, (No llores por mí Argentina), la canción que justamente naciera en 1976, el mismo año de inicio de la sangrienta dictadura militar en nuestro país.
Inolvidable tema compuesto por Andrew Lloyd Webber (música) y Tim Rice (letras) e interpretado por Julie Covington en el álbum conceptual Evita y luego replicado hasta el infinito por grandes exponentes del género, desde Nacha Guevara en 1977 hasta Madonna en la inolvidable película 20 años después; representando un emotivo discurso de María Eva Duarte en el balcón de la Casa Rosada, frente a las masas de descamisados, tras ganar Perón las elecciones presidenciales de 1946 y convertirse ella en la primera dama de Argentina.
Por eso es que hay muchas explicaciones que nos debemos los argentinos a la hora de desandar la historia para entender el presente que nos toca vivir en este “fin del mundo”, que ha resultado tan miserable en algunos aspectos y tan enriquecedor en otros.
Es necesario para una sociedad en crisis que, en algún momento, sin odios ni rencores autoimpuestos innecesariamente, se nos permita reflexionar acerca de los legados que suelen ser más valorados externa que internamente y de ese modo saber que nos pasó y que nos pasa.
Querer intentarlo respecto a “qué nos pasará” será en vano y seguirá resultando un gran interrogante, que ninguna inteligencia podría dilucidar.