
En Mendoza, la historia de Juan Carlos Leiva, un hombre en situación de calle de 51 años, conmovió profundamente a los vecinos del microcentro. El hombre murió de frío el pasado 28 de mayo, luego de negarse a ser trasladado a un refugio para no abandonar a su perro Sultán, fiel compañero de vida.
Dormía en la entrada de un edificio sobre la calle Perú, donde un pequeño techo le ofrecía algo de resguardo. Allí lo conoció María del Carmen Navarro, una mujer de 60 años que trabaja en un consultorio médico de la zona. “Desde el primer día me preocupé por él. Pero cuando el frío se intensificó, empecé a notar que su salud empeoraba”, contó.
María relató que Juan dormía apenas sobre una colchoneta fina y una manta liviana. “Estaba helado, sin medias, con un pantalón de verano. Tenía las manos y los pies congelados, mientras Sultán, su perro, tenía tres saquitos puestos. Le puse mis medias”, recordó entre lágrimas.
El 26 de mayo, al verlo en muy mal estado, lo instó a ir al hospital. Juan se negó una y otra vez: no quería dejar a su perro solo. Dos días después, ante el agravamiento de su estado, María llamó al 911 para pedir una ambulancia. La asistencia médica demoró más de una hora. Mientras tanto, preventores municipales que patrullaban en bicicleta también comenzaron a exigir la llegada de ayuda.
“Yo le prometí que cuidaría a Sultán, que podía confiar en mí. Pero él solo quería quedarse con su perro”, relató María, quien no se separó de Juan hasta el último momento.
La historia de Juan no es un caso aislado. Días antes, la Iglesia Católica mendocina había alertado sobre la muerte de otras dos personas en situación de calle a causa del frío extremo. Las temperaturas bajo cero, sumadas a la falta de políticas eficaces para la contención de personas vulnerables, evidencian una deuda social profunda.
Sultán fue adoptado por María, quien hoy honra la promesa que le hizo a Juan. “Él no se murió solo. Yo estuve ahí, y ahora Sultán también está conmigo. Juan se fue con dignidad, y con amor”.