03/09/2025 - Edición Nº302

Nacionales

EDITORIAL DE DOMINGO

Una enfermedad incurable

31/08/2025 07:18 | En la búsqueda del “menos malo” confiamos en experimentos que “tal vez funcionen” pero eso no ocurrirá. Es mucho más profundo.


por por Fernando Somoza Especial para NA (*)


Los diagnósticos aparecen por centenares y muchas veces los promotores son los que terminan cayendo en el flagelo o reincidiendo.

Los outsiders de la política también caen como moscas ante el insecticida, mientras el castigo lo reciben los mismos de siempre: aquellos que no recibirán ni siquiera una miga del reparto, aunque queda el interrogante respecto a: ¿si ellos repartieran dejarían alguna miga a los demás?

La corrupción en nuestro país resulta un mal endémico y hasta ahora incurable.

Cuando Transparencia Internacional empezó a medir la “percepción de corrupción” a nivel mundial en 1995, plena época del menemato; nuestro país ocupaba el puesto 24, dos años después alcanzaría el 42 y en el 2000 la ubicación en la lista sería del 52°.

La última referencia data de 2024 y la ubicación de la Argentina es en el puesto 99.

Apenas transcurrido un año del mandato de un nuevo experimento neoliberal, ya se realizaban denuncias sobre prácticas presuntamente ilegales en el gobierno de Javier Milei y a partir de este año todo se desbarrancó y mientras escribimos esto no sabemos a ciencia cierta que pasará mañana mismo o dentro de apenas unas horas.

Es probable que el problema de la negación en materia de liderazgos políticos se emparente con una cuestión de querer encontrar a toda costa un líder que represente a las mayorías y por ese motivo terminamos eligiendo al menos malo o como en el último caso al “más raro”, confiando en que, al fin y al cabo, alguno de los experimentos finalmente funcionará.

Sin embargo, no terminamos de entender que lo que está roto es el sistema en su integridad y que no hay mecanismos que funcionen si los componentes no funcionan.

De esa manera es imposible que el Poder Ejecutivo lleve adelante políticas favorables sin un control y acompañamiento de legisladores honestos y una justicia proba.

La corrupción se ha enquistado de tal modo que ya parece el agua a presión en busca de una filtración y accede de esta manera a todos los sectores.

Entonces no se salvan de ello el presidente y sus más íntimos allegados, y tampoco los funcionarios que buscan llegar al Estado solamente por un cargo que les permita ganar dinero fácil sin hacer nada, cuando justamente están representando a un conjunto de la sociedad que es el que los ubica en ese lugar de privilegio.

Esto ocurre en el ámbito nacional, tanto como en el provincial y en el municipal, sea que tengan millones de habitantes a cargo como a unos pocos miles. Siempre habrá lugar para obtener algún beneficio, aunque más no sea para ubicar al familiar con algún puestito.

Por eso el fracaso permanente no debe causar sorpresa, sino que debe resultar un llamado de atención para no ser negacionistas de la realidad y no terminar creyendo en el perverso “roban, pero hacen” o eligiendo a quienes sin más nos dicen en la cara que es Estado no va a mantener más vagos, sin hacernos cargo de que nos hablan de nosotros mismos.

La corrupción en nuestro país está inmersa en lo cotidiano y se alimenta de nuestra flexibilidad, la deshonestidad entonces termina siendo parte del folklore que forma parte esa “avivada” que tantas veces festejamos y que hoy nos causa desprecio cuando vemos que termina pateando en el piso al discapacitado, imagen tremenda que, sin embargo, día a día ayudamos a construir.

(*) [email protected]