09/10/2025 - Edición Nº338

Nacionales

EDITORIAL DE DOMINGO

Un agónico camino hacia la distopía

28/09/2025 08:00 | La responsabilidad periodística discurre muchas veces en saber determinar si se debe advertir sobre lo negativo que está por llegar sumándose a la desesperanza o hay que apostar por la esperanza, a pesar de no estar muy seguro de ello.


por por Fernando Somoza Especial para NA (*)


Cuando hablamos de distopía (o también de antiutopías o cacotopías) nos referimos a una visión ficticia de la sociedad humana en la que, dicho de un modo simple, las cosas salen muy mal. Se trata de un término de uso común en el cine, la literatura y la filosofía, conformado por las voces griegas dys- (“mal” o “difícil”) y topos (“lugar”). Se utiliza como antónimo de utopía y fue empleado por primera vez en 1868 por el filósofo británico John Stuart Mill.

La responsabilidad periodística discurre muchas veces en saber determinar si se debe advertir sobre lo negativo que está por llegar sumándose a la desesperanza o hay que apostar por la esperanza, a pesar de no estar muy seguro de ello.

Pasa que prácticamente todo este 2025, sacada “la paja del trigo” como se dice habitualmente, tras la llegada de Javier Milei al gobierno nacional; han acontecido cosas realmente transcendentes que contrastan con lo esperado por la mayoría de los votantes de este “outsider” que logró el apoyo de la mayoría de los votantes en el balotaje de 2023.

La gestión ha adquirido una asombrosa similitud con la de Mauricio Macri arrancada en 2015 que también llegó debilitado a los comicios de medio término en 2017 sin poder cumplimentar las metas objetivo, principalmente en materia económica y generando un desgaste de confianza en la clase media y más aun en los sectores vulnerables.

Claro que Alberto Fernández no logró corregir la debacle, producto de errores propios y otros forzados como la pandemia, etc, etc.

Pero lo de Milei, incluso parece haberse precipitado por distintas cuestiones ligadas a una cuestión que bien podría advertirnos la psicología social, respecto a cómo de repente nos encontramos gobernados por semejante personaje, al cual no le va en zaga su círculo cercano, incluido por supuesto su hermana.

En ese sentido, hay quienes todavía exageran a la hora de hacerse los distraídos, frente a cuestiones que acontecen día a día, de cara a las elecciones de octubre, después de que esas mismas cuestiones fueran dinamitadas tras los resultados en la provincia de Buenos Aires a principio de septiembre.

El “manotazo de ahogado” de Milei terminó aferrándose a un salvavidas de Estados Unidos, que en verdad no se sabe cuánto puede resistir y los costos que pueda generar al resto de los tripulantes a bordo de un barco donde se ha perdido la brújula. Esta situación, no fue suficientemente dimensionada por algunos actores, a pesar de resultar casi de ficción.

Las distopías ofrecen panoramas desoladores, poco atractivos, en los que el ser humano arruinó su existencia o no logra estabilizar la sociedad lo suficiente como para llevar adelante una vida apacible. En general son retratos terribles de una sociedad futura, en los que se deshumaniza a las personas y se experimenta una situación indeseable, ya sea una dictadura perfecta, una guerra sin fin o un mundo post-apocalíptico.

Sin exageraciones, muchos, seguramente demasiados; son los argentinos que están pasando por este tipo de situaciones merced la transformación de la economía de un país en el que se cierran fuentes de trabajo, el consumo llega a mínimos históricos y la rueda se fortalece en materia de malos augurios, máxime teniendo en cuenta el despilfarro de recursos para mantener un dólar barato que ya no resiste más “respiradores”.

El festejo exorbitado de un presidente por haber sido “condecorado” con un tuit de otro, como pasó en la foto entre Milei y Donald Trump, es parte de este escenario distópico que, a pesar de la negrura, no podemos dejar de presentar y nos llena de malos presagios.

A ello debemos sumarle un nuevo negocio redondo para las exportadoras de granos en perjuicio de los productores rurales, a través de un macabro juego especulativo que huele a corrupción y se suma a otras “presuntas corrupciones” y a “probables corrupciones”.

Pasados casi dos años, la esperanza de que lo raro funcione va sumando frustraciones y “lo raro”, comienza a ser valorado como tal, generando preocupación, la cual se nota en la vida cotidiana cuando hay que pagar cuentas, comprar comida, cobrar el salario, la jubilación o el desempleo.

En las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI, el relato distópico se convirtió en todo un género en sí mismo, cultivado extensamente en las artes narrativas literarias y audiovisuales.

En general, las distopías describen muy bien la manera de pensar de la época y la sociedad en que fueron escritas, ya que encarnan los miedos sociales y políticos imperantes. En algunos casos, dichos temores tienen que ver con la política, en otros con la tecnología, el desastre ecológico y otros casos similares.

Esto significa que una distopía puede presentar una sociedad totalmente despegada de la actual, o bien proyectar la sociedad actual, pero con cambios específicos y terribles. Por esta razón, la distopía se considera a menudo un género de la narrativa de ciencia ficción.

Lo particular en este caso es que transitamos por una situación política que parece de ficción, aunque claro está que los resultados están empezando a ser reales. Que el futuro es a unos pocos días o meses y que el apocalipsis ya lo hemos tenido cerca en otros tiempos, emparchándolo como se pudo; arrancando de nuevo y así sucesivamente.

Lo que sabemos es cuando se dejará el círculo vicioso y si siempre habrá posibilidades de renacer, para seguir un poco peor.